domingo, junio 26, 2005

II. UN MAPA.

1. Las obediencias.
Las "obediencias" son federaciones adminstrativas de logias o de grupos nacionales de logias, que aceptan la prioridad de una logia originaria, o por lo menos aceptan el someterse a una cierta coordinación.
Los "ritos", son sistemas de grados masónicos, en función de los cuales se prescriben ceremonias y características específicas.
Eventualmente al interno de una misma obediencia, se pueden encontrar ritos diversos, sin que esto comporte un cisma. Y al contrario se puede encontrar el mismo rito en diversas obediencias.
Esto en el plano teórico, pues en la práctica se dan cismas, divisiones y rivalidades, por motivos de obediencias y de ritos y por interferir los jefes de un ámbito en el de otro.

lunes, junio 20, 2005

La teoría templaria.

La cuarta gran teoría sobre el origen de la masonería —imbricada no pocas veces en las dos ya mencionadas— es la que conecta su aparición con los caballeros templarios. De acuerdo con la misma, la sabiduría ocultista expresada en la construcción del Templo del rey Salomón habría sido descubierta en el siglo XII por los caballeros templarios. Ciertamente, la orden de los templarios habría sido disuelta por decisión papal —un episodio en el que la masonería vería la lucha milenaria entre la luz y las tinieblas— pero su sabiduría no habría desaparecido con la orden. De hecho, algunos templarios habrían conservado esos conocimientos iniciáticos —especialmente los emigrados a Escocia en busca de refugio—, conformando con el paso de los siglos la masonería.
La tesis templaria es muy antigua y gozó desde el principio de un enorme atractivo para los masones en la medida en que permitía vincular su pasado con el de una orden militar prestigiosa y perseguida por la Santa Sede, y en que, por añadidura, facilitaba la expansión territorial en una Francia que conservaba una visión extremadamente idealizada de los templarios juzgados y ejecutados en su territorio. Sin embargo, como sucede con la teoría egipcia, una cosa es que haya gozado de predicamento durante siglos en el seno de la masonería y otra, bien distinta, que se corresponda con la realidad histórica.
La peripecia de los caballeros del Temple es, sin ningún género de dudas, uno de los episodios más apasionantes no sólo de la Edad Media sino de toda la historia universal. Orden militar en la que se seguían los votos de pobreza, castidad y obediencia, los templarios eran además combatientes aguerridos —les estaba prohibido retirarse ante el enemigo— que surgieron de las Cruzadas, una gigantesca epopeya encaminada, primero, a garantizar la libertad de acceso a los Santos Lugares que los musulmanes negaban a los cristianos y después a recuperar esas tierras para Occidente. Los templarios eran reducidos en número, pero su peso militar resultó muy notable. Buena prueba de ello es que Saladino, tras la victoria de Hattin, ordenó la ejecución de todos los prisioneros de guerra templarios, dado el pavor que le infundía su valor.
Sin embargo, los templarios no fueron sólo monjes y guerreros. También transmitieron a Occidente no escasa parte de la sabiduría oriental y, de manera bien significativa, terminaron por convertirse en banqueros de Occidente. Su enorme poder financiero acabaría despertando la envidia y la codicia de distintos gobernantes —en especial, el rey de Francia— y, con ellas, su ruina. El 18 de marzo de 1314 era quemado en París el maestre de los templarios, Jacques de Molay, tras un proceso que había durado más de un lustro. Desde su pira mortuoria, de Molay emplazó a Felipe el Hermoso de Francia, a Guillermo de Nogaret, mayordomo del monarca, y al papa Clemente, desarticulador de la orden, para que antes de que concluyera el año comparecieran ante el tribunal de Dios a fin de responder del proceso y la condena de los templarios. De manera escalofriante, los tres emplazados fallecieron antes de que se cumpliera el año y además, en el caso de la dinastía reinante en Francia —una dinastía que no había tenido problemas de sucesión a lo largo de tres siglos—, se produjo una extinción dramática en breve tiempo.
El proceso de los templarios, íntimamente relacionado con su disolución por decisión papal, había sacado a la luz un cúmulo de acusaciones que iban desde la práctica de la sodomía a la utilización de la magia negra en ceremonias secretas y a la blasfemia idolátrica. Que Felipe de Francia, ansioso por obtener más fondos y despojador poco antes de los judíos, pretendía fundamentalmente llenar sus arcas parece fuera de duda; que Guillermo de Nogaret le sirvió buscando no el que resplandeciera la justicia sino beneficiar a su señor es innegable y que el papa Clemente se plegó a las presiones del monarca galo, en parte, por miedo y, en parte, por superstición parece muy difícil de discutir.
Tampoco puede cuestionarse que De Molay y otros acusados fueron sometidos durante años a tormento y que, posteriormente, renegaron de las confesiones suscritas bajo el efecto de la tortura, un hecho que precipitó precisamente su condena a la pena capital. Sin embargo, existe más de una posibilidad de que las acusaciones vertidas contra la Orden del Temple no fueran del todo falsas. A diferencia de los hospitalarios —la otra gran orden militar surgida de las Cruzadas—, que se ocupaban de enfermos, necesitados y heridos, los templarios no pusieron ningún énfasis en cuestiones relacionadas con el ejercicio de la caridad y no tardaron en entregarse a funciones de carácter bancario y, por si fuera poco, algunos de los miembros de la orden acabaron sintiéndose atraídos por corrientes gnósticas orientales y manteniendo unas relaciones sospechosamente cordiales con grupos como la secta musulmana de los hashishim o asesinos.
En qué medida esta suma de elementos en casos particulares se extendió a la totalidad de la orden resulta muy difícil de establecer. Que perdió buena parte de su carga espiritual primigenia y que no pocas veces funcionó más como una entidad crediticia que espiritual es innegable. Cuestión aparte es que, efectivamente, fuera culpable de los cargos formulados contra ella en el proceso orquestado por Guillermo de Nogaret siguiendo las directrices de Felipe el Hermoso. De hecho, cuando la orden fue disuelta y se procedió a juzgar a sus caballeros, en otras partes del mundo por regla general obtuvieron sentencias absolutorias. En España, por ejemplo, ninguno de los monarcas se opuso al proceso y, por el contrario, se permitió que los legados papales lo llevaran a cabo sin interferencias. El resultado fue que no se dictó una sola condena en el ámbito de Castilla, Navarra, Portugal o Aragón. Incluso puede añadirse que aunque los templarios tenían la posibilidad de cobrar una pensión procedente de los fondos de la disuelta orden y retirarse, prefirieron integrarse en su mayoría en otras órdenes militares, lo que no sólo no chocó con objeciones sino que recibió un inmenso apoyo. Aún más. Cuando antiguos templarios dieron origen a nuevas órdenes, como la de Montesa, la iniciativa fue acogida favorablemente tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles. En términos generales, por lo tanto, la Orden del Temple —a pesar de lo que hubieran podido hacer algunos caballeros aislados— no se había visto contaminada por los hechos que se le imputaban y así se entendió de manera generalizada en la época.
En términos generales insistamos porque excepciones de enorme relevancia las hubo. Por ejemplo, un grupo de templarios franceses marchó a Escocia, donde Roberto el Bruce se enfrentaba con los ingleses —un episodio reflejado en parte por la película Braveheart—, y se pusieron a su servicio. El rey Roberto los acogió entusiasmado —no en vano eran magníficos guerreros y quizá incluso llevaban consigo fondos salvados del expolio de la orden— y los utilizó para vencer militarmente a los ingleses y conservar la independencia de Escocia. Hasta ahí todo entra dentro de lo normal. La cuestión, sin embargo, es que no faltan pruebas arqueológicas de que algunos de los templarios trasplantados a Escocia establecieron contacto con grupos de maestros albañiles —masones— que se expresaban mediante una simbología ocultista que, posteriormente, se relacionaría con las logias masónicas.
El caso más claro de lo que señalamos se encuentra en la capilla de los Saint Clair de Rosslyn. En este enclave, los símbolos templarios coexisten con otros utilizados más tarde por la masonería, sin excluir la cabeza del demonio Bafomet, una imagen
convengamos en ello— bien peculiar para ser albergada en el interior de una iglesia católica. No podemos determinar más allá de la hipótesis plausible cuál fue la relación exacta que los templarios establecieron con aquellos maestros albañiles. Cabe, desde luego, la posibilidad de que se relacionaran con ellos de una manera natural impulsada, por una parte, por el gusto que algunos caballeros habían mostrado ya en Oriente hacia cosmovisiones gnósticas, pero también, por otra, por el deseo de vengarse del papado y de la Corona francesa que habían acabado con su orden. En ese sentido, las muertes del papa Clemente y de los herederos al trono francés han sido interpretadas como asesinatos templarios, si bien tal supuesto no pasa de ser una especulación novelesca.

sábado, junio 11, 2005

La teoría mistérica.

De hecho, Christian Jacq no es original —tampoco pretende serlo— en su exposición sobre los orígenes de la masonería. En buena medida, sus tesis resulta una variante de una de las teorías sobre las raíces de la sociedad secreta que más predicamento tuvieron durante el siglo XVIII, precisamente aquel en el que vio la luz de manera indiscutible. Nos referimos a la teoría que pretende conectar la masonería con una línea ininterrumpida de religiones paganas y cultos esotéricos que se pierden en la noche de los tiempos. Los masones que han defendido esa tesis son numerosos, pero quizá dos de los más relevantes fueran Thomas Paine en el siglo XVIII y Robert Longfield en el siglo XIX.La personalidad de Thomas Paine es una de las más sugestivas de finales del siglo XVIII. Nacido en 1737 de origen cuáquero, Paine no tardó en apostatar de la fe cristiana de su familia para abrazar los postulados de la Ilustración en su forma librepensadora. De hecho, participó en la Revolución americana, pasó a Europa para tener un papel destacado en la francesa e incluso se convirtió en un abanderado del anticristianismo con su libro La Era de la Razón. Al final de sus días, Paine abjuró de sus posiciones religiosas y regresó a las creencias cuáqueras de su juventud, pero, previamente, había sido iniciado en la masonería e incluso había publicado una obra poco conocida —Origins of Free-Masonry— donde expresaba su visión sobre los orígenes de la sociedad secreta. Las tesis de Paine tienen una enorme importancia no sólo porque revelan lo que creían muchos masones de su época, sino también porque él mismo se presentaba —y era tenido— como un defensor del racionalismo ilustrado contra la superstición religiosa. Para Paine, la masonería era ni más ni menos que una religión solar, vestigio de las antiguas creencias de los druidas. Sus «costumbres, ceremonias, jeroglíficos y cronología» ponían de manifiesto tanto ese carácter religioso como esotérico que había sido transmitido también a través de los magos de la antigua Persia y de los sacerdotes egipcios de Heliópolis. En opinión de Paine, ese carácter solar era lo que la masonería tenía en común con el cristianismo. La diferencia estribaba en que «la religión cristiana es una parodia de la adoración del Sol, en la que ponen a un hombre al que llaman Cristo en lugar del Sol, y le dispensan la misma adoración que originalmente era dispensada al Sol». En la masonería, por el contrario, «muchas de las ceremonias de los druidas están preservadas en su estado original, al menos sin ninguna parodia». Paine reconocía que «se pierde en el laberinto del tiempo sin registrar en qué período de la Antigüedad, o en qué nación, se estableció primeramente esta religión». No obstante, indicaba su presunta adscripción a los egipcios, los babilonios, los caldeos, al persa Zoroastro y a Pitágoras, que la habría introducido en Grecia. Finalmente, la masonería habría sido introducida en Inglaterra «unos 1030 años antes de Cristo». Este origen ocultista explicaba, siempre según el masón Paine, que «los masones, para protegerse de la Iglesia cristiana, hayan hablado siempre de una manera mística». Su carácter de religión pagana solar era «su secreto, especialmente en países católicos».A continuación, Paine citaba en apoyo de sus tesis las simbologías de las distintas logias, párrafos de los ceremoniales de iniciación en la masonería e incluso su calendario, que daba —y da— tanta importancia a una fiesta solar como el solsticio de verano celebrado el 24 de junio, día de San Juan. Paine aceptaba la tesis más conocida de que la masonería había estado relacionada con la construcción del Templo de Salomón, pero se negaba a situar en ese acontecimiento su origen. En realidad, desde su punto de vista, el Templo no era sino una muestra de ese culto solar encubierto propio de la masonería. Como en el caso de otras teorías sobre los orígenes de la masonería, parece obligado señalar que su base histórica es nula. Sin embargo, ese hecho resulta relativamente secundario. Lo importante es que un masón de la importancia de Paine podía afirmar con toda claridad que la sociedad era secreta, que su secreto fundamental era su carácter pagano y ocultista, y que semejante secreto debía ser cuidadosamente guardado en países cristianos y, muy especialmente, en los católicos. Seguramente, en la actualidad habrá masones que discrepen de las tesis de Paine, pero no es menos cierto que otros las apoyan, como es el caso de la Gran Logia de la Columbia británica y Yukón, que las reproduce incluso en su página web. Por otro lado, esa conexión con ritos paganos a la hora de explicar los orígenes de la masonería distó mucho de quedar circunscrita a Paine que, en realidad, se limitaba a repetir lo que se le había enseñado en las logias. De hecho, Robert Longfield, uno de los eruditos masones de mediados del siglo XIX, repetiría en su The Origin of Freemasonry —una conferencia originalmente pronunciada ante los hermanos masones de la Logia Victoria, en Dublín— unas tesis muy similares. Para Longfield, la sabiduría que, presuntamente, comunicaba la masonería ya estaba presente en «las pirámides y el laberinto de Egipto, las construcciones ciclópeas de Tirinto en Grecia, de Volterra en Italia, en los muros de Tiro y las pirámides del Indostán». Las logias masónicas se habían «originado mil doscientos o mil trescientos años antes de la Era cristiana, y algunos siglos antes de la construcción del Templo de Salomón... los jefes fueron iniciados en los misterios de Eleusis, los etruscos, los sacerdotes de Egipto, y los discípulos de Zoroastro y de Pitágoras».Longfield se detenía en este momento de su exposición en describir los misterios de Eleusis —que, desde su punto de vista, eran «los más antiguos y más estrechamente parecidos a la masonería»— y, acto seguido, indicaba los eslabones de la cadena que conducía desde esa religión mistérica hasta la masonería del siglo XIX. Éstos eran Pitágoras, los adoradores del dios griego Dionisios, los esenios judíos, los druidas, los habitantes de Tiro y Sidón, los constructores del Templo de Salomón y, finalmente, los albañiles de la Edad Media. Una vez más, obligado indicar que las teorías del masón carecían de la menor base histórica. Sin embargo, esa circunstancia resulta secundaria en la medida en que nos permite ver el árbol genealógico de la masonería en que creían los hermanos de la sociedad secreta, por lo menos los que habían alcanzado cierto grado de iniciación a mediados del siglo XIX. Como podremos comprobar en capítulos sucesivos, esa creencia resulta absolutamente indispensable para comprender a cabalidad la esencia de la masonería su comportamiento histórico y también las reacciones que provocó. Sin embargo, de momento tenemos que continuar con la exposición de las teorías sobre sus orígenes y precisamente con una que, a pesar del éxito que estaría llamada a obtener, ni siquiera fue planteada por Paine o Longfield.

miércoles, junio 08, 2005

La teoría egipcia.

La teoría megalítica recoge ciertamente algunos elementos de otras explicaciones sobre el origen de la masonería. Sin embargo, dista mucho de ser la más aceptada incluso entre aquellos que insisten en proporcionar a la sociedad secreta un rancio árbol genealógico. Mayor predicamento tienen, por ejemplo, los partidarios de retrotraer el origen de la masonería al antiguo Egipto. Éste es el caso de otros autores masones, entre los que ocupa un lugar destacado Christian Jacq. Novelista de éxito, Jacq ha sabido pasar de los libros de esoterismo —esoterismo muy impregnado por la doctrina masónica— a la redacción de novelas situadas en el antiguo Egipto cuyo mensaje masónico resulta, en ocasiones, muy poco sutil. Para Jacq, el origen de la masonería se halla vinculado al país de los faraones en el que no sólo habría surgido como una sociedad secreta encargada de transmitir secretos artesanales, sino, de manera muy especial, una sabiduría esotérica.
Jacq ha desarrollado esa teoría en alguna de sus novelas de manera escasamente velada —El templo del rey Salomón, por ejemplo—, pero ha sido aún más explícito en su obra dedicada a la masonería. En ella, Jacq, que es masón, afirma tajantemente que el origen de la sociedad secreta no puede fijarse en 1717 con las Constituciones de Anderson como pretenden muchos, que su origen es tan antiguo como el propio Adán y que, por supuesto, Egipto tuvo un papel esencial en su configuración.
Los argumentos empleados por Jacq resultan de una enorme endeblez histórica no sólo al referirse a los orígenes egipcios de la masonería sino al conectarla también con distintas religiones mistéricas de la Antigüedad. A pesar de todo, esta teoría resulta de un enorme interés para el historiador, no porque muestre las verdaderas raíces de la masonería, sino porque apunta al origen que, históricamente, la masonería ha afirmado tener. Se trataría de un origen esotérico, conectado con cultos iniciáticos y ocultistas asentados en el seno del paganismo, e impregnado de interpretaciones espirituales que chocan frontalmente con el mensaje contenido en la Biblia. Baste al respecto señalar que, como indica el propio Jacq, Adán no es en la tradición masónica el hombre que desobedeció a Dios y causó la desgracia del género humano, sino, por el contrario, «el antepasado iniciado que dio forma a la tradición esotérica y la transmitió a las generaciones futuras». La masonería sería, por lo tanto, no una sociedad filantrópica o humanitaria, sino, fundamentalmente, la conservadora de «ideales 'iniciáticos'», unos ideales presentes en la religión del antiguo Egipto, en las religiones mistéricas de la Antigüedad y en movimientos gnósticos y ocultistas históricamente posteriores.
La línea histórica que, supuestamente, uniría fenómenos tan diversos como el mitraísmo, Pitágoras o los albañiles egipcios resulta totalmente indemostrable desde una perspectiva historiográfica. Sin embargo, como veremos, ha resultado secularmente una constante nada marginal ni tangencial en el devenir de la masonería.

martes, junio 07, 2005

La teoría megalítica.

Para C. Knight y R. Lomas el origen de la masonería habría que remontarlo a las tribus que durante la Prehistoria llevaron a cabo la construcción de los monumentos megalíticos y, de manera muy especial, aquellos en los que se combinan —supuestamente, todo hay que decirlo— el dominio de la construcción y de la astronomía. Tal sería presuntamente el caso de Newgrange en el río Boyne y del famoso Stonehenge. Según estos autores, la masonería ya habría existido, por lo tanto, en un período de tiempo situado entre los años 7100 y 2500 a. J.C. Esa sabiduría concentrada en torno a observatorios astronómicos —la máquina de Uriel, por seguir el vocabulario de Knight y Lomas— habría sido llevada a Oriente con anterioridad a un diluvio que asoló el planeta y que habría tenido lugar en torno al 3150 a. J.C.
Semejante sabiduría —oculta, por definición— habría sido conservada a través de los sacerdotes judíos del Templo de Salomón. De allí precisamente la habrían recibido los templarios durante el siglo XII d. J.C.
De acuerdo con esta teoría, por lo tanto, el saber masónico se remontaría a la Prehistoria, habría sido ya albergado en el seno de agrupaciones de sabios astrónomos que, antes del Diluvio Universal, la habrían pasado a Oriente. Allí, esta peculiar explicación de los orígenes de la masonería entroncaría con dos teorías que, como tendremos ocasión de ver, son más antiguas. Nos referimos a aquellas que conectan el nacimiento de la masonería con la construcción del Templo de Salomón y con los caballeros templarios nada menos que dos mil doscientos años después.
La teoría megalítica plantea problemas históricos de no escasa envergadura. De entrada, resulta indemostrable que los constructores prehistóricos de Stonehenge, por citar un ejemplo bien conocido, fueran astrónomos y poseedores de una sabiduría esotérica oculta. A decir verdad, hoy por hoy, sólo podemos especular con la finalidad del citado monumento siquiera porque carecemos totalmente de fuentes que puedan aclararnos indubitablemente el enigma.
Aún más inconsistente es la tesis de que los supuestos sabios de Stonehenge transmitieran su saber a Oriente antes del Diluvio Universal acontecido en el cuarto milenio antes de Cristo. Ciertamente, la práctica totalidad de las mitologías y religiones de la Antigüedad contienen referencias a un diluvio y las coincidencias deberían obligar a una reflexión a antropólogos e historiadores, pero de ahí a señalar que antes del mismo llegaron a Oriente sabios constructores de megalitos media un verdadero abismo.
No es menos ahistórica la afirmación de que esa sabiduría megalítica quedó depositada en las manos del sacerdocio judío que construyó el Templo de Salomón. El judaísmo de la época
salomónica no contiene el menor vestigio de religiones relacionadas con el culto a los astros —como quizá fue la practicada por los constructores de Stonehenge— y aunque las fuentes históricas nos hablan de la construcción del Templo de Salomón, ésta ni corrió a cargo de los sacerdotes judíos ni estuvo vinculada a ningún rito de carácter ocultista. Sin embargo, éste es un aspecto que, como el de los templarios, abordaremos un poco más adelante.

sábado, junio 04, 2005

Primera Parte: El surgimiento de la masonería - Capítulo Primero: En el principio era... ¿qué?

Del Neolítico a un suelo más firme
La cuestión de los orígenes históricos de la masonería es uno de los primeros aspectos con que debe enfrentarse el historiador cuando se acerca al estudio de tan peculiar fenómeno. De entrada, debe señalarse que ni siquiera los masones —y las fuentes relacionadas con los mismos— presentan una opinión unánime al respecto. Para un número no escaso de masones, el inicio de la masonería se encontraría en las Constituciones de Anderson de inicios del siglo XVIII y cualquier intento de dar con unos orígenes previos no pasaría de ser un delirio sin base ni sentido. Sin embargo, aunque la existencia de esta posición resulta innegable en la actualidad, no ha sido la mayoritaria históricamente —ni siquiera en el momento presente— y esa circunstancia contribuye a explicar de manera cumplida las manifestaciones diversas que ha tenido la masonería a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en la Biblia masónica de Heirloom, en la sección de preguntas y respuestas concernientes a la masonería se afirman, entre otras cosas, las siguientes:
P. ¿Cuál es la probable antigüedad?
R. Está admitido que la masonería desciende de los Antiguos misterios...
P. Nemrod. ¿Quién era?
R. Las tradiciones dicen que era un masón y que empleó a 60000 hombres para construir Nínive.
P. ¿Cuáles son los 12 orígenes de la masonería generalmente aceptados?
R. La religión patriarcal, los Antiguos misterios, el Templo de Salomón, los cruzados, los caballeros templarios, los colegios romanos de artífices, los rosacruces, Oliver Cromwell por razones políticas, el pretendiente de la restauración de la Casa de Estuardo, el trono británico, sir Christopher Wren, el Dr. Desaguliers y otros en 1717.

Desde un punto de vista histórico, buena parte de esas afirmaciones son disparatadas e incluso ridículas —¡el puritano Cromwell fundando la masonería!— pero dejan de manifiesto que los propios masones no dudan incluso actualmente en retrotraer los orígenes de la masonería a la más remota Antigüedad, y que la conectan de manera indubitable con religiones de carácter pagano y mistérico. Poco puede dudarse de entrada, pues, que a inicios del siglo XXI las teorías no son, desde luego, escasas.

miércoles, junio 01, 2005

II. ORIGEN E HISTORIA TEMPRANA.

Antes de entrar en ésta y en las siguientes divisiones de nuestro tema es necesario establecer como premisa que la naturaleza misma de la Francmasonería como una sociedad secreta hace difícil el tener certeza aun de sus documentos y autoridades reputados, y por consiguiente hemos consultado sólo aquellos que son reconocidos y recomendados por miembros responsables de la sociedad, como declaramos en la bibliografía añadida a este artículo. "Es el oprobio de la Francmasonería", dice Mackey que su historia nunca se haya escrito con un espíritu de verdad crítica; que la credulidad. . . ha sido la fundación sobre la que se han establecido todas las investigaciones masónicas históricas,. . . que los eslabones perdidos de una cadena de evidencia han sido suministrados con frecuencia por invenciones gratuitas y que se han sostenido, descuidadamente, declaraciones de enorme importancia por el testimonio de documentos cuya autenticidad no ha sido demostrada.
"La parte histórica de archivos antiguos", añade él escritos por Anderson, Preston, Smith, Calcott y otros escritores de esa generación, fue poco más que una colección de fábulas tan absurdas que provocan la sonrisa del lector.
Los gérmenes de casi todas estas teorías fantásticas están contenidos en "Las Constituciones de los Francmasones" de Anderson (1723, 1738) que hacen a la Francmasonería coexistente con la geometría y con las artes basadas en ella; sugiere que Dios, el Gran Arquitecto, fundó la Francmasonería, y que esta tuvo por patrones a Adán, los Patriarcas, los reyes y filósofos de antaño. Incluso Jesucristo es incluido en la lista como Gran Maestro de la Iglesia Cristiana. La Masonería es creditada con la construcción del Arca de Noé, la Torre de Babel, las Pirámides, y el Templo de Salomón. Autores ulteriores localizan el origen de la Masonería en los misterios egipcios, Dionisiacos, de Eleusis, Mitraico, y Druídico; en sectas y escuelas tales como las de los Pitagóricos, Esenios, Caldeos, las del Zoroastrismo, y las del Agnosticismo; en las sociedades Evangélicas que precedieron la Reforma; en las órdenes de caballería (Juanistas, Templarios); entre los alquimistas, Rosacruces, y Cabalistas; en sociedades secretas chinas y árabes. Se afirma además que Pitágoras fundó la institución Druídica y por lo tanto que la Masonería probablemente existía en Inglaterra 500 años antes de la Era Cristiana. Algunos autores, considerando descubrimientos geológicos como emblemas Masónicos, hacen remontar la Masonería al Período Mioceno (?) mientras que otros pretenden que la ciencia Masónica "existía antes de la creación de este globo, diseminada entre los muchos sistemas con los que el gran imperio del espacio universal esta provisto".
No es entonces difícil imaginar que el intentar demostrar la antigüedad de la Francmasonería con evidencia proporcionada por tales monumentos del pasado como las Pirámides y el Obelisco (llevado a Nueva York en 1879) deberían haber dado por resultado una vasta literatura acerca de estos objetos. Aunque muchos masones inteligentes estiman estas reivindicaciones como sin fundamento, la mayoría del gremio todavía acepta la declaración contenida en el "Cargo" después de la iniciación: "Antigua sin ninguna duda es, habiendo subsistido desde tiempo inmemorial. En cada era monarcas [rituales americanos: "los más grandes y mejores hombres de todos los tiempos"] han sido promotores del arte, no han creído derogatorio a su dignidad el cambiar el cetro por la paleta, han participado de nuestros misterios y se han reunido nuestras asambleas". Es verdad que en tiempos antiguos, caballeros que no eran ni masones operativos ni arquitectos, los así llamados masones geomáticos se reunían con los masones operativos, o dogmáticos, en sus logias, observaban las ceremonias de admisión, y conocían sus señas de reconocimiento. Pero esta Masonería no es de ninguna manera la Masonería "especulativa" de los tiempos modernos, i.e., un método sistemático de enseñanza de la moralidad por medio de tales principios de símbolos según los principios de la Francmasonería moderna después de 1723. Tal como las mejores autoridades alemanas lo admiten la Masonería especulativa empezó con la fundación de la Gran Logia de Inglaterra, el 24 de junio de 1717, y su organización esencial se completó en 1722 con la adopción del nuevo "Libro de Constituciones" y de los tres grados: aprendiz, compañero, maestro. Todas las más competentes y más concienzudas investigaciones por expertos historiadores Masónicos demuestran que, en 1717, las antiguas logias habían casi dejado de existir. Las nuevas logias empezaron como sociedades conviviales, y su distintivo espíritu Masónico solo se desarrolló poco a poco. Este espíritu, en fin, tal como se exhibió en las nuevas constituciones estuvo en contradicción con aquel que animaba a los primeros masones. Estos hechos demuestran que la Masonería moderna no es, como Gould Hughan y Mackey pretenden, una renovación del antiguo sistema, sino que es un nuevo orden de ninguna manera más antiguo que el primer cuarto del siglo XVIII.
Los Artesanos son los arquitectos (en sentido literal y figurado) de la Orden de la Razón.
A lo largo de los siglos han reunido grupos separados, creando logias dentro de la comunidad mortal y utilizando sus misterios divinos para salvaguardar a la gente común. Además, son humildes. En vez de las catedrales erigidas por las otras Convenciones, los Artesanos prefieren una sencilla capilla. Uno piensa que deberían ser muy populares, incluso reverenciados, pero en realidad deben esconderse tras los muros del engaño. ¿Sus crímenes? Realizaron el primer disparo en la Guerra de la Ascención y, lo que es peor, se atrevieron a tratar a los plebeyos como a iguales, llegando incluso a considerarlos superiores a la nobleza y a los magos.
El encuentro que unió a los Artífices tendió los cimientos de la capilla de esta Convención. Estos "Masones Artesanos”, conocedores de la geometría sagrada y del saber esotérico, comprenden las relaciones entre las matemáticas, los elementos, la divinidad y el alma humana. Sus Artes, canalizadas a través de la arquitectura y la invención, se aprovechan de las Membranas y Manantiales, concentrando el poder mágico en los lugares propicios. Cada piedra colocada y cada muro erigido es un ritual dedicado a la construcción de algo mayor. Cada creación se convierte en un símbolo de una Unidad superior.
Hace tiempo, el Calyx del Monte Ossa y el Collegium Praecepti crearon tras la caída de Roma los gremios que preservaron los secretos de la alquimia, la arquitectura, el comercio y el transporte. Durante la Edad Oscura, el orgullo y los celos dividieron a estos grupos en decenas de fragmentos. Las sectas “Masónicas” resultantes ofrecían variaciones de la geometría sagrada, pero rara vez con la perspicacia de la verdadera guía divina. Para preservar el Ars Praeclarus los maestros de diferentes gremios ignoraron las grandes obras, dedicándose en su lugar al hombre común y a Dios.
Lentamente, estos gremios construyeron su capilla con arquitectos mortales y comenzaron a enseñar los antiguos secretos. La guerra ocasional entre las logias socavaba estos trabajos, pero las alianzas reforzaron los muros. Cuando Wolfgang von Reismann convocó el Encuentro de la Plaza, la capilla se transformó en un portal. Cuando los Masones Artesanos resultantes declararon la guerra a las Casas de Hermes, el portal se convirtió en un castillo.
Era necesaria una fortaleza. Mientras los maestros gremiales recopilaban sus archivos notaron un patrón inquietante: sin ayuda, una persona normal estaba atrapada en un labertinto infinito de esclavitud mortal y depredación sobrenatural. Martillo en mano, los Masones Artesanos comenzaron a demoler este laberinto, haciendo circular primero libros sobre sus enemigos y fomentando después el libre comercio y el trabajo avanzado. Cuando era necesario esos gremios eran apoyados por cañones, ballestas, Fuego griego y otras innovaciones “imposibles”. El mayor golpe, la Convención de la Torre Blanca, sacudió el labertinto tan fuertemente que áun hoy está temblando.
Un siglo después los Masones Artesanos se han convertido en magos campesinos. Han renunciado a los lujos de los hechiceros rivales y utilizan sólo lo que necesitan. Largos siglos de cooperación han establecido un vínculo entre los trabajadores mundanos y los Masones Artesanos Iluminados. El resultado es una humilde pero poderosa Convención que combina las doctrinas esotéricas y el trabajo duro.
Sin embargo, ahora el castillo es azotado por la tormenta. Los magos Herméticos han jurado venganza por Mistridge, las “logias Masónicas” rivales golpean a la menor oportunidad, los disturbios campesinos fomentados por los Artesanos se han convertido en purgas, y hasta el Alto Gremio, un producto de las actividades de los Masones, se burla de los valores de sus fundadores. El sueño se ha convertido en una tempestad y el viento sacude sus torreones.
Los Masones Artesanos reverencian al hombre común, mientras otros grupos lo consideran una herramienta. Esto ha provocado un cisma entre los fundadores y sus anteriores aliados. Aunque aún son parte de la Orden, los arquitectos han comenzado a retirarse. Todavía mantienen los gremios que sustentan a la Orden de la Razón, pero los Magistrados Artesanos han empezado a minar su propia creación. Como Stephen Trevanus (el verdadero Robin Hood), muchos de estos magos han organizado sociedades secretas y bandas de proscritos. Los Artesanos Sagrados se han convertido en traidores entre su propia gente. El castillo tiembla. ¿Cuánto resistirán sus murallas?
Filosofía:“la hechicería es perezosa y pecaminosa. Las cosas buenas provienen del trabajo duro. Los fallos son una invitación al desastre. Un edificio imperfecto debe ser derribado y construido de nuevo.
Cuando Dios hizo al mundo dejo Su marca en él, un Gran Proyecto simbolizado por una única rosa roja de 99 pétalos. Cada uno de ellos circunda un único centro que simboliza la Unidad, que representa la fuerza. Como la rosa, una estructura perfecta combina elementos dispares en un todo unificado. Por eso nuestra filosofía mezcla aspectos esotéricos y simbólicos en un trabajo concreto, una obra que refleja la labor de Dios.”
Algunas informaciones aseguran que el Collegium Praecepti socavó Roma con la pretención de reconstruirla en su antigua gloria. Del mismo modo, los Artesanos debilitan a los magos rivales, la sociedad feudal y el castillo que ayudaron a construir. Cuando todo eso se venga abajo lo levantarán de nuevo.
Estilo y Herramientas: la magia es artesanía. Los conjuros se construyen, no se“invocan”. Casi todas las obras precisan de poderosas herramientas. Una creación, el Viasílico, es el pináculo de las Artes de los Masones Artesanos. Las principales herramientas del albañil (el nivel, el cincel, la escuadra, la escalera, el martillo y la plomada) tienen un significado simbólico y ritual, además de un uso práctico. Los instrumentos menores (pistolas, cañones y la ballesta pequeña que utilizan muchos Masones) representan su compromiso con la fuerza en caso de necesidad.
Organización: dentro de sus logias los Masones Artesanos reconocen 33 niveles de realización que se aproximan a los rangos normales de los Dedalianos. En la Convención operan nueve gremios: el Cáliz (sanadores), la Moneda (comerciantes), el Nivel (reformadores políticos), la Espada (soldados), la Cicuta (espías y asesinos), el Cincel (arquitectos y maestros), la Flecha (caridades), la Piedra (trabajadores) y el Pergamino (maestros y escribas). Hay quien asegura que un misterioso “circulo de ancianos” de magos astrales gobierna a los Maximi, pero es imposible demostrar tales historias.
Maximi: una sucesión de humildes trabajadores elegidos anualmente mediante elecciones.
Iniciación: muchos Artesanos Sagrados comienzan como artesanos mortales que aprenden los secretos mayores por medio de los símbolos empleados por el grupo. Meditando en un lugar de ingenio arquitectónico un iniciado recibe visiones del Gran Ideal, Despertando. Después consigue a un patrocinador que lo someta a una serie de pruebas. Si las supera, un nuevo Artesano se une al grupo. Si no, suele ser conservado como un útil ayudante.
Daemon: casi todos los Artesanos rechazan a sus Daemon por considerarlos ilusiones o tentaciones demoníacas. Sin embargo, algunos místicos ven el espíritu de mentores fantasmales o "Maestros Ocultos” que han trascendido la forma mortal.
Afinidades: Materia y Tierra.
Seguidores: trabajadores, soldados, clérigos radicales, comerciantes, bandidos, comadronas, apotecarios.
Conceptos: mentor, visionario platónico, reformador, místico gnóstico, cerebro de una logia, líder proscripto, Facilitador, arquitecto, biblotecario místico, artillero, cazador de monstruos.
El más poderoso milagro no es más que una tarea sencilla hecha correctamente.